Comenzare definiendo al sociólogo como un científico social que describe y explica las diversas problemáticas que surgen de las relaciones entre los individuos, los grupos y la sociedad de la cual hacen parte. Los objetivos a través de sus investigaciones son crear un conocimiento y un saber especializado; una de sus tareas es conocer la problemática de su objeto de estudio, describirla y a partir de esto dar explicaciones.

sábado, 15 de enero de 2011

La nueva fase del “estado de guerra”… o la urbanización del conflicto político armado en Colombia

El conflicto armado colombiano, entendido como “estado de guerra”, se caracteriza porque el poder institucional no es soberano y la soberanía interna permanece en vilo, expresándose en ámbitos tan importantes como el territorio, la comunidad política imaginada, los referentes institucionales y la formación de burocracias.
En el caso colombiano, ese estado de guerra se desdobla y se despliega en ejes más concretos y particulares: el del refugio-resistencia, el de la confrontación-insurgencia y el de la contrainsurgencia, en sus dos modalidades: la legal y la semiprivada ilegal. Estos ejes, impactan y vertebran de diferentes modos los ámbitos anteriormente indicados: territorios en los que se construyen diversos órdenes alternos y territorialidades en disputa; la comunidad imaginada escindida; los referentes institucionales frágiles y precarios y escaso control de las burocracias , o tramitación de la gestión pública por los circuitos del conflicto armado y las gramáticas de la guerra.
El planteamiento del “estado de guerra”, permite el análisis de las tendencias recientes de la
urbanización en Colombia develando su nueva fase: la “urbanización del conflicto político armado”. El “estado de guerra” en las ciudades, entonces, se despliega y toma cuerpo, por un lado, como un escenario en el cual los diferentes actores pretenden imponer órdenes alternos en la ciudad o la prevalencia del orden legal vigente, y por otro, como el recurso de tales órdenes
para delimitar territorios en la ciudad, imponer patrones de comportamiento individuales y colectivos, instituir imaginarios, identidades y diferencias en la ciudad, delimitar zonas de inclusión y de exclusión, proveer seguridad, establecer tributos e impartir justicia. Una mirada histórica y política pone de presente, insistimos en la hipótesis, una nueva fase de la guerra en Colombia, que se desplaza hacia las ciudades –como objetivo geoestratégico- y ya no sólo como contexto –escenario- de actores armados de diverso signo. De esta manera, entonces, se pone en escena el despliegue del “estado de guerra” en las ciudades; las soberanías locales barriales se configuran como uno de los núcleos estratégicos de la confrontación en la ciudad, y se hace posible identificar los ejes del “estado de guerra” que muestran, en perspectiva histórica, la debilidad de la soberanía del estado, las disputas por territorios, recursos, capacidades, entidades y posibilidades, ocasionando rupturas en los entramados sociales, políticos, económicos que configuran las grandes ciudades. En las ciudades los ejes en los cuales se despliega el “estado de guerra” serían:
a) refugiosobrevivencia,
b) resistencia-reconocimiento,
c) insurgencia-contrainsurgencia.
Las dinámicas bélicas expansivas terminan cuestionando la división político administrativa y el
ordenamiento territorial de las ciudades. Pero tampoco se está afirmando que se circunscriben a las operaciones militares de insurgentes y contrainsurgentes, a una geografía de la violencia o a una geopolítica del conflicto armado. Son algo más, pues en arcos de tiempo prolongado se van configurando órdenes alternativos de hecho con pretensiones soberanas en tanto que reclaman para sí el monopolio de los impuestos, proveen orden y organización en sus ámbitos territoriales, configuran ejércitos capaces de defender fronteras y disputar nuevos espacios y construyen algún consenso así como formas embrionarias de representación. Se trata también de la disputa por las organizaciones sociales y comunitarias, por los intermediarios locales y por los espacios de acuerdo y micronegociación.
Ahora bien, las ciudades colombianas, grandes e intermedias, se han visto abocadas a otro sinnúmero de violencias igualmente importantes e impactantes en la ciudad. Nuestras ciudades albergan variadas formas de violencia asociadas generalmente a los graves problemas – históricos por demás- en la construcción de ciudadanía, en sus distintas dimensiones: socioeconómicas que aluden a las inequidades provocadas por el modelo de desarrollo y de urbanización imperante; políticas, relacionadas a las exclusiones que el tipo de democracia y de participación ciudadana ha promovido; cultural, referida las formas de desarraigo, desconocimiento e invisibilización de las diferencias impuesto por los grupos hegemónicos. Violencias diversas que recorren todos los espacios de la ciudad, pero que han trazado unas dinámicas de territorialización donde los barrios y zonas populares son funcionalizados al servicio de los actores armados y han servido para desviar las responsabilidades y la participación de otros sectores sociales –públicos y privados, medios y altos-, en la retroalimentación y activación de dichas violencias.
En la actualidad se hace perceptible en las ciudades colombianas que los tiempos y ritmos de las violencias urbanas, se articulan indefectiblemente a la “guerra nacional”. La lógica de la guerra se instala ahora en los microterritorios de las ciudades. Una lógica que se hace política en la misma medida en que existen en la ciudad “territorios bélicos” controlados por actores armados contraestatales o paraestatales o “territorios en disputa” donde también aparecen las Fuerzas Armadas del Estado.
Pero es claro también que más allá de los poderes armados, se presenta una coimplicación de órdenes políticos, de normatividades y legalidades. En fin, de vivencias y experiencias en ambientes “sociobélicos”, caracterizados por miedos y desconfianzas, por la producción de valores y normas de hecho pero también por la utilización del derecho. Nuevos órdenes híbridos, legales e ilegales, formales e informales, se van haciendo comunes en las ciudades colombianas. Muchos actores se construyen socialmente como peligrosos para ser reconocidos por el Estado. Las fallas en el Estado y sus arbitrariedades motivan y alimentan ese forcejeo, creando una amplia gama de estructuras de oportunidad, generalizando la idea de que cualquier grupo social, cualquier ciudadano puede transitar libremente entre la ilegalidad y la legalidad como derecho. En estos juegos de dominio territorial, los grupos armados que ejercen la violencia imponen una suerte de procesos identitarios bien sugestivos que requieren ser
analizados desde su propia lógica.
- El territorio delimitado por el actor armado se convierte en recurso estratégico que permite
construir un “nosotros” (barrio, cuadra, zona, sector) que tiene ciertas características, en
contraste con un “otros” que no las tiene.
- Esa delimitación brinda posibilidades de protección, pues los que están adentro gozan de derechos y atribuciones proporcionadas por el grupo armado y este, a su vez, reclama reciprocidad y lealtad.
- Permite la construcción de comunidad, pues los propios grupos armados parten de la idea de que se trata de una población desintegrada que ha perdido los valores de la familia y la comunidad, por tanto requieren de un órgano que garantice los lazos comunitarios.
Estos elementos llevan a profundizar la reflexión, o mejor a abandonar hipótesis interpretativas agotadas. En efecto, los análisis han enfatizado en las estrategias intimidatorias de control territorial y social impartidas por los grupos armados, pero poco se han detenido en aquellas otras dinámicas que promueven, o en las maneras como tejen relaciones de cooperación con expresiones ciudadanas. Con esto no se trata de exaltar y reivindicar dichas prácticas, sino de hacer un llamado de atención para conocer las múltiples dimensiones que algunos grupos armados le dan a su trabajo; se trata de develar sus dinámicas para poder hacer propuestas más acordes con las realidades y expectativas de quienes están involucrados en los grupos armados, pero también de las comunidades que soportan dicho accionar.
Buena parte de estos grupos armados aunque no se plantean una clara confrontación con el Estado o no tienen pretensiones políticas, cada vez es más frecuente que tejan redes y nexos con las dinámicas de violencia y los grupos que sustentan y activan la guerra nacional. De esta manera esos grupos armados propios de la ciudad que por tanto tiempo han sido caracterizados como delincuencia común entran en un proceso de reforzamiento mutuo con los diversos actores del conflicto armado del país que siempre han sido identificados como político ideológicos y como defensores de intereses económicos, planteándole ahora a la ciudad unos modos de funcionamiento de la sociedad y unas formas de regulación extrainstitucional que cada vez tienen más que ver con los grupos armados que con el Estado.
Queremos decir, entonces, que aunque no se puede equiparar aquella violencia sistemática, sustentada en intereses económicos y políticos, con otras violencias que se consideran, en principio, desprovistas de intereses políticos y de actores organizados, lo cierto es que ambas entran en interacción para fortalecerse y robustecerse y la llamada violencia difusa se convierte en un excelente escenario para ampliar el accionar de la violencia organizada. Alianzas estratégicas que hacen que todos los espacios cotidianos de la vida urbana, las instituciones políticas o de socialización como la familia, la administración, la Iglesia, se vean involucradas y comprometidas en la confrontación, en las dinámicas de violencia. Al decir de Luis Jorge Garay, la confrontación armada se entremezcla y retroalimenta con los conflictos surgidos de las otras violencias: los de la convivencia ciudadana, los intrafamiliares y vecinales, los de la corrupción, el crimen organizado y el narcotráfico.

FUENTE:
GLORIA ELENA NARANJO GIRALDO, "Ciudadanía y desplazamiento forzado en Colombia" . En: Colombia Estudios Politicos ISSN: 0121-5167 ed: Universidad De Antioquia v.25 fasc.N/A p.137 - 160 ,2004

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